Que hay de nuevo viejo?”… Así apareció nuestro amigo Bugs Bunny en la pantalla de TV, mordisqueando una zanahoria y dando fama a esta hortaliza.
Curiosamente, en sus inicios, la zanahoria se cultivaba por sus hojas y semillas aromáticas, no por su raíz. Aunque su origen puede estar en la región de la Mesopotamia, con variedades de colores (blancas, purpuras, etc…), realmente alcanzó protagonismo en Europa a partir del siglo XVII, en donde la selección de las zanahorias de color naranja – en homenaje a la casa Orange de Holanda - alcanzaron una popularidad que ha alcanzado nuestros tiempos.
De color anaranjado (las occidentales) tiene una longitud que oscila por término medio entre los 15 y 20 cm. Es un vegetal excelente por la cantidad de vitaminas y minerales que nos aporta. Es el más rico en beta-caroteno, un pigmento natural que el organismo transforma en vitamina A conforme la necesita. Increíble. Es muy difícil reunir tantos beneficios como los que nos aporta esta pequeña raíz.
Además de la alimentación, en cosmética se ha extendido su uso para la fabricación de bronceadores puesto que el beta caroteno que contiene acelera la pigmentación de la piel con el sol. En alimentación, las zanahorias admiten múltiples preparaciones, crudas, rayadas, asadas, fritas, hervidas o al vapor, que se emplean en la elaboración de ensaladas, pasteles, cremas, sopas, purés o zumos. Una vez en el hogar, las zanahorias se han de mantener en un lugar fresco y aireado. Antes de guardarlas conviene limpiar la superficie con un trapo húmedo, en lugar de lavarlas.
Las zanahorias de invierno, suelen ser más gruesas y de mayor longitud que las de temporada cuyas variedades más tempranas se encuentran a finales de primavera y que son más pequeñas, suaves, dulces y muy tiernas, en especial las “mini zanahorias” cultivadas en algunas zonas a mitad de verano y que maduran rápidamente en otoño.