En este caso, queremos acercaros a un producto especial, como lo es la patata violácea, morada o “trufa de China”. Esta patata, también tiene su origen en Sudamérica, probablemente en Perú, y su cultivo es ancestral, pero al ser mucho menos productivo que el de otras variedades más comunes no eran habituales en mercados y fruterías de nuestro país.
En los últimos años ha sido adoptada con entusiasmo por el paladar de los europeos, especialmente por la alta cocina francesa y el movimiento de la nueva cocina vasca. Por ello, Francia es el principal país productor
Tubérculo con un característico color azulado tanto en la piel como en la carne y un delicioso sabor. A su vez, hay distintos tipos de patata violeta, de pero la más fácil de encontrar se conoce como Vitelotte, de forma alargada, cilíndrica, oblonga, con la piel muy oscura fina y con muchos ojos hundidos, y una carne de intenso color violeta con algunas pinceladas claras según la pieza y textura mantecosa. Su recolección es tardía, por lo que se realiza a finales de año en los meses de invierno.
Su exótico color se debe a las antocianinas (pigmento vegetal) presente en otros alimentos (Uva tinta, cebolla morada, los arándanos etc.) con extraordinarias propiedades antiinflamatorias y antioxidantes que el resto de las patatas no contiene.
Esta magnífica patata violácea, con un alto contenido de almidón, se la puede preparar de diferentes maneras, fritas, asadas, cocidas. En nuestra opinión lo mejor es cocerlas al vapor con su piel. Luego retirarla con cuidado y hacerla puré con un tenedor (esa masa maleable se presta a múltiples preparaciones) o cortarla en rodajas, salpimentar y regar con un poco de aceite de oliva virgen.
Recordad siempre que, para almacenarlas, lo ideal es ponerlas en lugar seco, fresco y protegidas de la luz del sol.